viernes, 2 de abril de 2010

Violación de los derechos humanos en Cuba 5º parte

Así entonces, la historia de nuestra América Latina se ha contado ya muchas veces bajo el mismo libreto y el mismo escenario, sólo han cambiado los sujetos que ejercen el poder. ¿Estaremos condenados a que esto se siga repitiendo? No podríamos asegurarlo. Sí podemos asegurar que todo lo hecho en nuestra región, ha sido copia y calco de políticas impuestas desde otros lugares. Tanto el liberalismo como el neoliberalismo no han sido invenciones nuestras y, aún, los débiles y efímeros intentos socialistas, no han sido otra cosa que malas copias de experiencias extraídas también de otros lugares. Con la sola excepción de nuestros libertadores, no hemos sido capaces de pensar por nosotros mismos para crearnos modelos propios de Progreso; modelos verdaderamente conscientes con lo que hemos sido, con lo que somos y lo que queremos ser.

Parecemos no darnos cuenta que así como hemos tenido una política
balcanizada, fracturada, sistemas económicos fallidos y enormes
desigualdades sociales, al mismo tiempo, hemos logrado conservar una
asombrosa continuidad cultural que se ha logrado mantener en pie aún en
medio de la debacle generalizada de nuestro sistema. Un punto de referencia concreto a partir del cual podemos ser capaces, no sólo de crear una política y una economía consecuente con nuestra propia idiosincrasia, sino que también, una política sobre DDHH que sea fiel expresión de las mismas. Para ello tenemos de todo: obreros, campesinos, profesionales, empresarios, intelectuales, organizaciones femeninas, comunidades científicas, federaciones sindicales, Universidades, y sobre todo, una gran variedad de recursos y riqueza naturales que nos dejan en inmejorable posición para plasmar políticas propias que sean auténticamente nacionales.

¡En fin!...todo un mosaico capaz de convertirse en los protagonistas activos de nuestra historia. Ya no sólo el Estado, la élite política, la Iglesia, o el ejército ordenándolo todo desde arriba, sino el conjunto de la sociedad participando y actuando desde abajo.

Ello requerirá de parte nuestra de un compromiso geopolítico, que tenga
presente que la causa de los DDHH es la causa y la lucha por los pueblos
oprimidos que en la organización actual del mundo tienen una posición
subordinada a los dictados de los países imperiales. Y que esta subordinación se ejerce ahora en forma más hipócrita y velada. Se trata de la intervención económica que impone políticas que nos obligan a producir más para obtener menos retornos. Como ejemplo, ahí están el comercio desigual, políticas arancelarias desfavorables, políticas de cambios, sistemas de dumping, fugas de capitales, lavados de dinero, sistemas de préstamos, bloqueos económicos, imposiciones del FMI, del Banco Mundial, etc.

Un compromiso geopolítico que nos permita comprender que, en las actuales circunstancias, la dependencia y explotación y la vida gris y miserable de muchos millones de seres que pueblan nuestra región, conforman todavía parte de la trama sombría y lacerante de nuestro continente. En fin, comprender también que hablar de los DDHH en nuestra región debe mantener como referencia obligada la situación de relación y dependencia de nuestros países respecto de los países del Primer Mundo y lo que significa el neoliberalismo impuesto a nuestro continente.

Por ello, todo análisis que pretenda mediatizar el problema de los DDHH sin
tomar en cuenta el marco de relación y de dependencia a que hemos estado sometidos desde siempre, querrá decir que sólo está eludiendo el problema de base, lo cual implica, que el problema en si no se aborda seriamente.

Pero, este compromiso geopolítico, para que se haga real y efectivo, tiene que comprometer a su vez, una acción revolucionaria. Opción revolucionaria, entendida, no en el sentido tradicional, sino como un profundo cuestionamiento que debemos hacernos de la organización que impera en nuestro continente. Opción revolucionaria en el sentido de tomar partido por una lucha, pero no cualquier lucha, ni cuestionamientos sólo de algunos u otros aspectos de la sociedad, sino de su estructura fundamental.

Subversión en fin, en un doble sentido, esto es, por una parte, una lucha
contra el tutelaje extranjero que atenta contra nuestra libre determinación y soberanía y, por otra, una lucha que implique el propósito de cambiar las
estructuras del sistema capitalista. Es decir, tener presente que un sistema que caracteriza a la sociedad por disensiones profundas y desgarradoras, que mantiene en pie instituciones represoras múltiples y diversas, es en si misma negadora de derechos fundamentales. Entonces, necesidad de revolución, en tanto la subversión consista en desenmascarar las tantas codificaciones que operan en las complejas estructuras de la sociedad, y sientan la base para inspirar procesos que busquen una nueva expresión transformadora que lleven a una nueva posición histórica a los Derechos Humanos.

Si han habido muchas revoluciones en el mundo, ello no invalida que, para las nuevas condiciones imperantes, sea necesario una nueva revolución social, que cambie drásticamente las condiciones de vida del pueblo; de una nueva revolución política, que modifique las estructuras del poder; de una nueva revolución material y económica que permita la distribución de la riqueza social en forma más proporcional y justa y, en definitiva y, sobre todo, una revolución humana que pueda crear sus propios paradigmas en reemplazo de los decadentes valores actuales. Es decir, como lo dijo Leonardo Boff:
"necesitamos una revolución mundial en nuestras mentes, una revolución
mundial en nuestros hábitos, una revolución mundial en nuestras sociedades, para que este clamor sea efectivamente oído y entendido".

Está claro, que para poder lograrlo en esta parte del mundo debemos dejar atrás el capitalismo. Y si es esa la meta, aceptar el reto de poder algún día diseñar un nuevo pensamiento programático que traspase el horizonte capitalista y anticipe los rasgos y contornos principales de una sociedad superior y posterior al capitalismo que sea válido para nuestra región. Muchos debemos confesar que, a esa alternativa diferente, la continuamos llamando socialismo. Desde luego, el modelo del socialismo derrumbado no es la alternativa.

Por último, hacerse carne del consejo de José Saramago, quien en una de sus ultimas entrevistas en España, en lo tocante al tema de de los DDHH ha dicho:

“Te doy una respuesta más larga. Le diría a los partidos de izquierda que todo lo que se le puede proponer a la gente está contenido en un documento burgués que se llama Declaración de los Derechos Humanos, aprobado en el año 1948 en Nueva York. No se casen con más propuestas. No se casen con más programas. Todo está dicho allí. Háganlo. Cúmplanlo”.

*Hernán Montecinos, es ensayista en temas de filosofía y ciencias sociales. Miembro de la “Sociedad de Escritores de Chile” (SECH), del Comité Editorial de la revista “Pluma y Pincel”, actual columnista de las páginas www.kaosenlared. net, www.clajadep- lahaine.org, y www.g80.cl. Colaborador habitual en diferentes medios electrónicos de comunicación alternativos.

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